Hoy estoy muy feliz. ¡Finalmente pude!
Desde aquel día en Bahía Blanca, en que intenté hacer esta asana por primera vez, con la mismísima Mira Mehta mirando y corrigiendo; después de tanto practicar e intentarlo dando golpes contra una pared, intentando a duras penas separarme de la misma sin perder el equilibrio; junto a mis hermosas profes Celia y Angie cuidándome bien de cerca, sintiendo que están detrás de mi espalda y adquiriendo confianza; hasta que, por fin, salió. Sin pared, sin cuidadores, sin caerme.
¡Hola Sirsasana!
Se siente muy lindo estar así,
patas para arriba,
viendo el mundo al revés.
Y es aún más bello
comprender que la práctica lo es todo.
Así de simple.
Así de difícil.